miércoles, 28 de mayo de 2014

retrato artistico El género, con muy diversos estilos y finalidades, ha estado presente en casi toda la historia del arte. Hoy, este psicólogo y artista plástico nos habla del tema como camino de búsqueda espiritual y autoconocimiento. Comencé a hacer retratos en la adolescencia y con los años crecí en esta tarea. En los últimos tiempos fui prestando más atención a algo interesante que aparece en muchos retratos y al proceso que lo acompaña. Algo que se percibe más allá del parecido formal del retratado y que es su expresión, el gesto, la mirada, rasgos que corresponden a su personalidad y hasta podríamos decir al alma de esa persona. Cuando esto aparece en mis retratos confieso que es algo que me excede, que me trasciende y no depende de mí. Pienso que sólo en parte contribuye a ello mi habilidad artística y mi experiencia como psicólogo. Ocurre a veces que cuando estoy trabajando frente al modelo y reviso lo que vengo haciendo con mirada y actitud crítica e introduzco cambios como para mejorarlo, la obra no surge, o lo alcanzado hasta el momento se va perdiendo, va cayendo. Mientras que cuando me aboco humildemente al trabajo, observando el modelo, silenciando la mente y construyendo el retrato parte por parte, concentrado y sin detenerme, al cabo de un tiempo y de un avance significativo de la obra me detengo, lo contemplo en su conjunto, y entonces aparece allí ese resultado que me sorprende y que siento como un regalo mayor. También hay algo que siempre me ha gustado y que algunos cuestionan hoy como tarea propia del arte y es eso de la belleza, la armonía y el agrado que siento cuando trabajo en esa dirección. Considero que esa tarea que también aparece en otras actividades humanas, en el arte cobra una relevancia especial. Y me ocurre muy particularmente con el retrato pues al tener que expresar en él lo que capto de la persona, me siento atraído por la belleza que voy encontrando en ella y trabajo para exteriorizarlo así en la obra. Y resulta finalmente una confirmación positiva para la persona retratada. Siente la alegría de verse en armonía y eso promueve un buen reconocimiento y apreciación de sí misma. Esto coincide con el modo con que trabajo en el consultorio, promoviendo y ayudando a desarrollar al máximo el potencial de cada uno. Con el retrato sentí la tentación de llamarlo terapéutico pero resulta excesivo. Basta con decir que es estimulante, alentador y por supuesto verídico. Suelo decir con frecuencia y buen humor a quienes quieren retratarse y temen por algún rasgo que no les gusta, que no teman porque yo pinto el alma del retratado y que el alma siempre es bella. Y lo disfruto mucho y el retratado también. Resulta un encuentro e intercambio muy valioso. Elementos en juego Según la persona a retratar, van mejor algunas técnicas y materiales que otros. Y esa elección, cuando es posible, suele resultar acertada de un modo no muy pensado sino más bien intuitivo, incluso variándolo sobre la marcha. Así por ejemplo el cómo expresar la transparencia de una mirada, la suavidad de una piel, la firmeza de una actitud, la experiencia en un rostro mayor, la frescura de una sonrisa, la profundidad de unos ojos, el ensueño...Y así para eso disponemos por ejemplo de la transparencia de las acuarelas, la profundidad de óleo, las suavidades que permite el pastel, los trazos netos del acrílico. O los contrastes con la carbonilla y las aguadas con tinta china. Y la capacidad de los lápices para describir detalles importantes con precisión. Son todos recursos y aplicaciones para presentar en el soporte a esa persona, expresando allí su interioridad. De ahí también las posibilidades que ofrecen las técnicas mixtas con las que, apelando a diferentes recursos en una misma obra, uno va logrando progresivamente decir lo que está captando y en la forma con que lo quiere expresar. Los colores juegan también su papel fundamental, como las líneas y las formas, los planos y los claroscuros, con sus valores de luces y sombras. Todos son recursos y realidades en sí mismas con sus propias dimensiones, lenguajes y mensajes. Todo funcionando en armonía como en una orquesta. Cuando uno se da cuenta de todo esto se maravilla y está a un paso de ponerse en contacto con esa gran Obra que es la Creación del universo, con su enorme unidad y esa infinita diversidad que podemos observar en todas partes. De ahí que el camino del arte y del artista –que los somos todos de alguna forma– es también un camino hacia el Creador. Ese enorme Artista por cierto que además de su ingenio e inventiva y la amorosa bondad con que hizo y hace cosas, nos permite disfrutar de esa belleza, aprender con ella y seguir trabajando con esos valores. Arte con vida propia Viene aquí otro concepto interesante y es que la obra de arte gana en jerarquía digamos o valor en la medida que no es la representación de otra cosa sino que adquiere vida y existencia por sí misma. Es como decir, esa persona está ahí, en la obra. O en todo caso resulta su recreación artística, una profundización en la que aprovechando o atravesando los rasgos externos, a veces de superficie o anecdóticos, se cala más hondo. No quiero decir que siempre se logra esto en alto grado. Sí que es una búsqueda, una investigación en la que muchas veces se encuentran esas sorpresas que decía antes. En la tarea del retrato durante el proceso de construcción, me resulta interesante conversar con el modelo y por momentos pedirle cambios de posiciones y expresiones que pueda yo observar, lo que me va brindando datos valiosos para el trabajo. En obras elaboradas, la sucesión de innumerables pinceladas sobre la tela que resulta de esas observaciones, de un modelo en movimiento y cambios frecuentes, llega a provocar luego en el espectador la sensación de movimiento. Porque resulta que los ojos y el cerebro son hipersensibles en captar no sólo la imagen global, entera digamos, sino también los detalles que la componen y hasta en sus muy pequeñas dimensiones. Y como en la mirada del espectador los ojos recorren la obra con movimientos incesantes, posándose a cada instante en distintos lugares y percibiendo allí esas diversas pinceladas que mencionaba, las que resultaron de los distintos momentos del modelo en movimiento, pues entonces el espectador llega a experimentar frente a la obra esa sensación de movimiento y por lo tanto también de vida. Esa figura, ese rostro está ahí, vivo, animado, con alma, expresión que viene de ánima, la que anima y da vida al cuerpo. Y viene al caso con esto el poder comprender la diferencia con la fotografía convencional, donde la imagen resulta de una instantánea, una suerte de detención artificial, irreal, del movimiento. Cosa entonces que no ocurre con el retrato artístico como explicamos, con lo que éste resulta más rico, profundo y por lo tanto más real. Hablando de fotografías y videos de una persona a retratar, decimos que pueden resultar útiles para hacer su retrato artístico si reúnen algunas condiciones. Imágenes con buena definición, con tomas de diferentes ángulos y expresiones, incluyendo frente y perfil. Si son varias o muchas mejor pues permiten ir confirmando observaciones parciales. Suelo poner varias seleccionadas (y editadas previamente) en el monitor frente a mí cuando trabajo, lo que me permite ir con la mirada de una a otra estudiando las formas y rasgos de un modo en algo parecido al modelo vivo en movimiento. En caso de disponer de un video, cuando es apto para esto, resulta también interesante pues me permite observar a la persona en movimiento, en distintas posiciones y gestos. Y empleando un procesador y editor de video poder seleccionar cuadros, fotogramas de especial interés para el trabajo. Muchas veces al recibir estos materiales por Internet, sin poder disponer del modelo vivo, y sumándole información sobre su personalidad, gestos, gustos u otros datos, cuento entonces sí con un conjunto de elementos con los que puedo trabajar bien. Y luego ya con el trabajo avanzado puedo enviar la imagen al retratado y/o a quienes lo conocen, pedirles y recibir de ellos opiniones y comentarios los que me suelen servir para completar la obra. x *Psicólogo. Realizó su formación artística en el Consejo Superior de Educación Católica, en Casa de la Cultura de La Matanza, en la Asociación Estímulo de Bellas Artes y en los talleres particulares del escultor Walter Gavito, del dibujante Roberto Páez, del Pintor Pedro Gaeta, del dibujante Luis De Bairos Moura, del dibujante y pintor Hermenegildo Sábat, de la escultora Silvana Kelm y finalmente en el IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte). x Una experiencia sublime A propósito de percibir un ser original, con existencia propia en una obra de arte, les cuento una experiencia que viví en el museo de arte moderno de París. Finalizando yo un jornada de recorrida por los museos, cansado pero con ganas de seguir andando y viendo arte, de pronto me detengo ante una obra de Picasso. Era un desnudo de mujer con esas líneas y formas originales tan picassianas y toda ella en gama de verdes. Fue tal la impresión y conmoción que sentí que me tuve que sentar y no pude contener un llanto que me salió muy de adentro. Es que estaba ante un ser único, creado sobre la tela. Era efectivamente esa mujer única, viva y existente allí. Y lo que más provocó mi emoción fue una vivencia de libertad que experimenté ahí como presente y como valor que hubo de vivir y ejercer Picasso para realizar semejante creación. Fue una experiencia inolvidable y una invitación a trabajar y seguir conquistando esa libertad.